sábado, 14 de junio de 2008

El Estado incompleto

Cuando hablamos de desacato a los derechos humanos, nuestra memoria nos remite al periodo de la última Dictadura Militar. El haber vivido en un país que durante esa “larga noche” de siete años sufrió la sistemática violación de aquellos, por agentes estatales, nos coloca en una posición de mayor responsabilidad frente a la necesidad de incorporar en nuestro lenguaje cotidiano y acciones concretas, la defensa y promoción de todos los derechos humanos.

En ese período, los crímenes de lesa humanidad perpetrados por aquellos hombres, alcanzaron niveles sin precedentes de pasividad y crueldad que horrorizaron al mundo entero. Pusieron en marcha una maquinaria de muerte en nombre de los valores de la Patria, fueron, los más indignos representantes de los principios sostenidos por los próceres de Mayo, valores que fundaron nuestra nacionalidad.

Para construir una verdadera cultura de los derechos humanos, donde incorporemos como parte de nuestro hacer y actuar cotidiano la irrestricta valoración, respeto y defensa permanente de los mismos, es necesario ampliar nuestra mirada y entender que la verdadera cultura que debemos construir es la de “cultura por la dignidad humana”. Es decir, tenemos que trabajar permanentemente porque se respete el decoro de las personas.

Así como fuimos incorporando muchos conceptos, que antes del Golpe de Estado no estaban presentes en nuestras preocupaciones habituales, hoy debemos ocuparnos de entender y difundir que los hombres y mujeres no solo deben ser respetados en sus derechos políticos y civiles. Deben tener la posibilidad de ser ciudadanos activos de sus sociedades, sin ser perseguidos, torturados o asesinados por defender estos derechos, sino que también son sujetos plenos de otra serie de valores.

Cuando hablamos de Derechos Humanos, no solamente nos referimos a ser reprimidos, sino también, tenemos el derecho a una educación de calidad que nos permita desarrollarnos como personas, a un sistema sanitario que garantice nuestra salud y calidad de vida, a una seguridad social que nos permita tener una vida adecuada después de nuestra labor activa, a salarios justos que nos permitan satisfacer necesidades e integrarnos plenamente a la sociedad y a participar de los beneficios de la riqueza engendrada por el Estado.

Vivimos o sobrevivimos en una Democracia incompleta, con ciudadanos incompletos. Los argentinos recuperamos y aprendimos a valorar las libertades civiles y políticas que nos había robado el “Proceso”, pero los gobiernos democráticos que siguieron no pudieron o no quisieron recuperar para todos el bienestar que legítimamente nos corresponde como ciudadanos. El Estado se ha vaciado y solo protege a un grupo de privilegiados que vive dignamente. El resto de la sociedad se ha quedado sin él.

Todos los que salimos a la calle en cualquier ciudad argentina vemos como día a día crece la pobreza en nuestro país. Cada vez son más los chicos que duermen, trabajan o piden limosnas en la calle. La gente busca su sustento en lo que desecha el resto de la sociedad. Un sistema público de salud desmantelado y colapsado por una demanda cada vez mayor. Escuelas estatales con deficiencias edilicias y de aprendizaje, espacios de contención de muchos niños con familias ausentes. Villas de emergencia que crecen hacia los costados y, últimamente, también hacia arriba. Largas colas en busca de empleo o de algún plan social para poder sobrevivir. Jubilados y trabajadores que esperan haberes dignos para ser dignos. Jóvenes sin futuro, que tramitan pasaportes y dobles ciudadanías; y otros cuya inevitable muerte ya sentenció el “paco”. Ciudadanos anónimos, ausentes, olvidados; fruto de políticas públicas nefastas que los relegaron del desarrollo nacional y los dejaron librados a la ley de Darwin…víctimas de una flagrante violación de derechos.

A casi doscientos años de aquella gesta gloriosa que vio nacer nuestra Patria, este bicentenario nos propone un desafió. No se trata de embanderar avenidas o armar actos con palabras grandilocuentes. Es la oportunidad para recuperar esa Nación que soñaron San Martín y Belgrano. Es el momento de reconstruir un Estado nacional comprometido con toda la gente, sin ningún tipo de exclusiones.

Si nos sumergimos en la historia en busca del ejemplo, encontraremos aquellos principios fundadores de la Patria, que los hombres de Mayo proclamaron para transformar la tierra que amaban. No es necesario inventar nada, solo hay que recuperar esas proclamas que nos servirán como guía para esta reconstrucción tan ansiada. Parafraseando a un escritor rioplatense, serán viejas banderas para nuevos mástiles.

Belén Acosta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

*miremos el crisol de donde salimos como pueblo,pensemos si tal vez este destino que compartimos no es mas que la justa recompenza a nuestros procederes,acaso hoy !!!! hicimos algo para modificar la realidad que tanto nos molesta???
200 años de injusticias !!!y deberes
democrtaicos INCOMPLETOS...
SPY.-