sábado, 6 de septiembre de 2008

El cielo sin gigantes

El 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos sufrió la mayor ofensiva terrorista de su historia, que culminó con la destrucción de las Torres Gemelas de Nueva York, de otro edificio contiguo y parte del Pentágono, en Washington.

Las palabras Tercera Guerra Mundial rondaron la mente de muchos, incluidos líderes políticos y medios de comunicación, que sin decirlo directamente, atribuían los atentados al mundo árabe. Numerosas voces en todo el mundo pidieron tranquilidad y pruebas certeras sobre la autoría de los atentados, antes de adoptar cualquier medida.

Pero ¿y si el culpable hubiera sido, efectivamente, algún grupo extremista musulmán como el del multimillonario saudí Osama Bin Laden? ¿Se criminalizaría por ello a todos los países árabes? ¿Sería la alegría mostrada por algunas poblaciones musulmanas que vivían desde hace meses e incluso años una situación de conflicto, suficiente justificación para implicarlos?

La respuesta negativa parecía obvia, pero estas muestras de “alegría” por el ataque contra Estados Unidos, deberían hacernos reflexionar a todos sobre la actuación de toda la comunidad internacional respecto a conflictos armados como el de Israel y Palestina.

El apoyo incondicional de Estados Unidos a Israel, la insuficiente implicación del resto de los gobiernos occidentales en la búsqueda de la paz y la escasa influencia de organismos como la ONU para resolver el conflicto, sólo están consiguiendo que el mundo se divida en dos partes enfrentadas: por un lado, los países árabes y, por el otro, el resto de países, incapaces de cuestionar las decisiones de la Casa Blanca. Entonces ¿De qué sirve alimentar el odio entre los pueblos?

Estos atentados son el resultado de varios años de decisiones políticas y militares de Estados Unidos prepotentes en distintas partes del mundo, y de la escasez de liderazgo e influencia mostrada por los países europeos. Todos coincidimos en que nada podrá nunca justificar la muerte de las miles de víctimas de estos actos terroristas. Nadie duda que fue un atentado contra la libertad y la democracia. Pero también fue la consecuencia de una determinada forma de detentar el poder político que ejerció, y aún ejerce, Estados Unidos en materia exterior, de guiarse sólo por intereses económicos y estratégicos que necesitan de los enemigos para seguir recogiendo beneficios.

Todos los días es lo mismo: levantarse, metro, trabajo, dormir, y la semana transcurre con un ritmo constante como si nada pasara. Pero un día, como el martes 11 de septiembre ocurrió algo inesperado, que te paraliza, te shokea y que incluso provoca un temor nunca antes sentido.

Una explosión enorme, ruido, bomberos, policías todos dirigiéndose hacia un mismo sitio, algunas personas corriendo, otras saliendo de sus puestos para ver que ocurría. Jamás había presenciado una movilización y un desastre de esa magnitud, recuerdo haber estado en la oficina, como era habitual en esa época, cuando de repente se escuchó una explosión inmensa.

Luego salí hacia la acera, para ver que sucedía, me paralicé y en ese instante, al comprender que eran las ‘Twin Towers’, me senté, sosteniéndome la cabeza con las manos. Muchos lugares de Manhattan fueron cerradas como el Grenwich Village, el Soho, Tribeca, San Marcs Platz, el puente de Brooklyn, Batery Park y Wall Street, exceptuando Central Park.

Al día siguiente, el miércoles, el viento vino hacia el norte con lo que se extendió por toda la ciudad un olor a quemado y plástico, la gente llevaba mascarillas. Los días posteriores, se basaron en buscar e intentar rescatar a las personas que estaban entre los escombros de las torres, también se buscó normalizar la situación en la cuidad, porque los buses no funcionaban y las líneas de metro habían sido suspendidas.

El atentado, para mi, dejo una gran secuela en todos los habitantes, incluyendo al personal público, ya que ante cualquier aviso de bomba la gente entraba en pánico y, simultáneamente, se desalojaba el lugar.
Nunca antes había visto algo semejante, huí de la Argentina buscando seguridad, pensando que en Estados Unidos estaría lo que yo tanto anhelaba, lo cual resulta paradójico ya que antes de ese día jamás me había sentido tan inseguro y desequilibrado. A pesar de no haber perdido a ningún ser querido en la tragedia, hablar de este episodio me resulta bastante traumático.

Lisandro Correa

No hay comentarios: